MUJER DE ÉBANO o MUSA PROHIBIDA EN UN DIARIO OCULTO * Autor José Santiago

2024 Ene 08
Poema Escrito por
José Santiago

MUJER DE ÉBANO
o
MUSA PROHIBIDA EN UN DIARIO OCULTO * Autor José Santiago

Sé de ese desplome que trasciende
por encima de dioses como espuma
de mar cuando lo mortal se resiste
mientras el deseo persiste en su danza
como si el estremecimiento fuese medida
o límite de un desierto.

Como si las horas dejaran caer granos de granada
entre azules –antes de besar tus orillas– y pétalos
de colores
entre sábanas de hojarasca de oropel preludiaran ese
cuerpo desnudo que se encarna redibujándose hasta
confundirnos por entre arena humedecida que se llevara
el aire.
El sueño del deseo es como concha blanca con su perla
negra que se pretende ocultar como si la noche no fuese
parte inseparable del día y solas sus lunas
se recrearan en la lejanía de miradas cuajadas de
soslayos ocultando caricias.
No es el hechizo de belleza el que no viera los ojos que
se clavan sino el despecho
de huida o aleteo y vuelo de palomas surcadas por esas
manos de cuerpos confundidos entre sombras antes que
el sol aparezca con sus rayos suspendidos.
Sé de esa lucha entre guerras de silentes emociones
contenidas de labios hilvanados que evitan la palabra
tan necesaria cuando dos seres se miran sin ocultar ese
fuego entre siluetas de espejos fragmentando a los
cuatro vientos antes de la madrugada.
Vuelo o ave en lo efímero sobre cadenas cuando sientes
la ira de los dioses profanando la contemplación en los
ojos del alma y el ansiado roce recorriera ausencias del
castigo delirante.
Sé de locura humana que transita en lo divino
sobrenaturalizándose cuando el cuerpo humano intuye
otro cuerpo –casi etéreo– temblor que se eleva como
reflejo de espejo en el agua profunda del ser mismo que
ama la belleza de ánforas del ser prohibido.
Sueño custodiado por serpientes entrelazadas casi rito o
deseo sonámbulo que estremece libertando sus venenos
o miel agridulce hasta donde la pasión arde y unos ojos
te imaginan asesinándote
Sé de un castigo entre cuerpos …del cuerpo mismo
entre mortales que aúllan arcanas boqueadas de
alejamientos cuando la luna se oculta y Hécate velara la
cuna –despojada– de la mujer que amo.
Amar es mar que azulea profundidades con sus reflejos
titilando en calma cuando el hombre no es su dios.
No quise obnubilar imagen tintada ni el asedio de otras
pupilas en mis pupilas ante alcobas de helechos y
hierba mojada resbalando sobre nuestra piel.
Sé de ese silbido de cuchillos que vigilan mientras te
ven pasar de largo y un murmurar de silencios sangra
por la herida permanente donde la razón se ahoga.
Oigo gritos de arpa entrecortada cuando la noche cubre
los silencios con su manto y te aproxima hasta donde tu
nombre me alcanza y es el temblor con sus fríos el que
me acoge con sus miedos.
Nacer no es un don a la vida sino inocencia brusca del
ser sorprendido que llega para vivirla cuando todos los
dioses pretenden manejar los hilos de la vida que
esperan…
Es la madre diosa de la vida mi madre dadivosa de mis
horas sin preludios abrigando intensos sueños mientras
me acuna entre sus brazos en día olvidado para la
historia al caer hojas de flores púrpuras sin sus estaciones.
Los primeros escarceos eran como el color iluso
impregnado de esa magia que nada oscurece salvo mi
piel tan negra como el ébano que parece mezclarse para
compartir tonalidades de tierra mojada con el agua.
Cuánta luz de propio sentido arroja la madre naturaleza
ante mis pies desnudos hasta contagiar mis pasos de
caminos y seres inimaginables que danzan entre
melodías insólitas como si su sinfonía fuese
interpretada para mí.
Cuánto azul hay en los cielos como si los ríos y mares
con su espuma formaran esas nubes que parecen
cabalgar entre azules de algodón delineando un mundo
fantástico donde el sueño se transfigura a sí mismo
–para otros para todos– donde lo imaginado parece
mamar de la creatividad misma al regenerarse cuando
simula esfumarse al nacer de nuevo otra fantasía
formada del propio sueño que trasciende y donde todo
es posible. ¡Ay… cuánto azul navega por los cielos!
Pronto abandoné la miel de mi hogar de Lesbos y su
mar por su reflejo en tu colina de Éfeso para
consagrarme a ti Afrodita –enredadora de dedos
rosados– no ignores el latir de un corazón mientras arde
en su propio fuego calcinándome.
Ven de nuevo no me niegues el aliento de aquello que
siento y arde ...Cuánto frío recorre otras manos sobre
sus senos …su fino talle su sexo en otro sexo.
Pálido es el semblante casi endrino y verde el recorrido
obstaculizado de ausencia cuando me impones un hombre
enamorado al que no siento.
Oye aunque sea lejano el ruego de mi voz -cauce de
locura- cuando ayer tu sonrisa marcaba mis labios de
esa esperanza que solo los dioses sabéis su recorrido
aunque estalle mi corazón solo en su latido.
Cuántas florecillas blancas al ser acariciadas
desprendían su aroma impregnando mi insignificante
cuerpecillo mientras el mirto alcanzaba sus ocasos aún
cuando tu templo mi bella Afrodita era habitado por
doncellas que te elevábamos en alto hasta la mar donde
encausadas orgías nos imprimían su ritmo de
semidiosas terrenales.
Cuánta sangre de cerdos a raudales en tu nombre
sacrificamos para dar lugar a la semilla embrión de
belleza a ti consagrada mi alocada Afrodita de deseos
lujuriosos donde la perfección del erotismo retaba a los
cuatro vientos al desnudo con su leve fragancia conllevada.
Cuánta ternura entre jóvenes doncellas que soñábamos
tus susurros tras el velo inocente girando ecos con
manos en alto en danzas ritualizadas mientras el aire
estremecía hasta el aliento que erizaba inhóspitas
sensaciones en ya tan lejanas arpas.
De la rosa es tu belleza cual mármol frío la estatua que
retoma vida aún con los ojos de cielo cuando la belleza
no es mi compañera y tú tan grande mi Diosa que el
amor parece empequeñecerse con mi diminuto cuerpo
cuando te miro.
Yo quise seguir junto a ti -mi anhelada diosa- pese a tus
enredos con mi lira y mis afligidos cantos pero mi
destino parecía marcado… Tú la más deseada entre
mortales y dioses …yo la ignorada ante un deseo
insatisfecho casi violada te traje conmigo.
Tú también mi diosa al no soportar la fealdad de
Hefesto abrigaste la infidelidad como arma de conjuro
para satisfacer tus deseos rogando te liberara de la
vergüenza al ser observada como copulabas en el lecho
con Ares y tu esposo finalmente correspondiendo a tu
súplica te liberó retirando la red forjada con la que os
había atrapado y castigado ante los ojos de los demás
dioses como escarmiento.
Fue por aquel primer invierno que desprendía más fríos
cuando mis padres me comprometieron en matrimonio
con Kerkylas y tú mi diosa pese a mi devoción y
custodia te caíste al mar quedando mi destino tan solo a
ti sometido tras el exilio que tanto asola.
Ay ¿…de no haber sido por la maternidad cómo
soportar tanta amargura?
Me he visto al servicio ante las Musas de senos
desnudos entre cítaras acompañar el canto…
Calíope …con su cálida voz pareciera calmar mis
Temblores
Clio …volvió a olvidar nombres
La encantadora Euterpe …me trae aromados cánticos
de primavera
La adorable Erato …aún me hace desear el sueño del
Cisne
Melpómene …cantada entre cantos el reflejo lírico
sobre su daga
Polimnia …me dejó sin olvido ante una memoria que
no acaba
Terpsícore …la de delicados pies al aire danza el arte
de vivir todavía
Talía …la de diadema de florecillas salvajes me musita
puro teatro
Uranía …la de mirada al cielo entre nubes fugaces
predice un llanto.
Yo… Mujer de ébano o musa prohibida en un diario
oculto sin ser
engendrada por Mnemósine …creo desfallecer …No es
tarea fugaz la desnuda huella sobre perfil casi grotesco
que me persigue ante la libertad y el deseo.
En Metilene mis discípulas adoraron retórica poesía la
música y danza con nuevas miras por sus ventanas y
puertas abiertas a todo sueño y sensaciones del alma en
compañía de las Musas que nos trasportaban hasta
donde se siente todo lo que se quiere.
Pero no siempre los vientos son favorables ni las
mareas plácidas cuando llegan a contradecirse ritmos
de gemidos nocturnos hasta el balanceo de orillas que
parecen morir al amanecer.
Oh Atis cuando lloro tu ausencia y envidio al hombre
que se asemeja a los dioses al beber de la copa de tu
virginidad que yo saboreé en mis labios hasta alcanzar
el suspiro estremecido mientras las manzanas rodaban
como lunas de arena hasta el contorno mismo de la
aurora.
Cuántas doncellas y mujeres me hicieron gozar la vida
que me aleja entre canas y achaques que ya ni me
sostienen…
Cuántos suspiros a contraviento habitaron en esa alcoba
donde el licor de cuerpos embriagados por la pasión y
la fragancia parecían desprenderse de todos los dioses.
Quién escuchará hoy el grito cuando se me enreda la
lengua hasta los bucles de nieve que caen contra la
hierba fresca haciéndome casi invisible incluso en luna
llena.
Yo Safo hija de Cleis y Scamandroymos …vecina de
Lesbos transcribo el último temblor que me sacude al
caer en la misma debilidad que mi adorada Afrodita
con su marido Hefesto al ser sorprendida.
Al no ser ni semidiosa es lejano el perdón u olvido que
no deseo ni me arrepiento de haber amado -a quien era
amada- cuando él no estaba y persiste el celo que en mi
viejo cuerpo transita tan furiosa y pasional como la más
fogosa de las doncellas.
Mi corazón siente …siente y hace frío …Esta noche mi
amada tampoco vendrá.
Si no pudieras entreverme real …abriga el mito para
que al menos te llegue el estribillo de mi canto.
He amado todo lo que pude más no me amaron todas
las que amé…
Yo Safo –la de los versos claros de profundidad
inusitada y pura– denuncio el canto que me conduce
hasta la roca más alta y me inclino hacia el mar –donde
renace toda belleza oculta de sus profundidades–
mientras me abrazo a mi lira. *
(…Un abrazo entre alas )
Copyright: José Santiago
-Todos los derechos reservados-
- En la Ilustración utilizo: pintura de Sappho at Léucade 1801 -122x100 cm.- de Antonine-Jean Gros – Museo Baron Gérard, Bayeux.

2024 Ene 08

José Santiago
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