Mi refugio del dolor

Después de todo, no tuviste la razón.
Me mentiste.
Pues nunca me amaste.
Y si es que me amaste, te equivocaste.
Porque no estoy mejor sin ti. No estoy a salvo desde que se acabó el hechizo que me hiciste.
Cuando la niebla del enamoramiento desapareció, me dejaste desprotegida. Tú juraste que era lo mejor para los dos, pero ¿qué hay de mí?
Me dejaste a la merced de los malos hábitos que frecuentaba. Al alcance de las manos frías y traicioneras de esos que fingen ser mis amigos para tocarme de noche.
Hubiera preferido tu sinceridad. Que me dijeras que me despreciabas o que al menos ya no te gustaba.
Eso al menos habría justificado que me dejaras tirada aquí, a libre disposición de los lobos.
Y me han mordido tan fuerte. Tan lento y dolorosamente que ni te lo imaginas.

Si me amabas, ¿por qué me dejaste sola?
¿Por qué me dejaste olvidar mi amor por ti cuando era lo único que me salvaba?
Amarte me mantenía libre de cualquier vicio.
Ojalá te extrañara a ti y no a la paz de estar a salvo del dolor.