Mi mayor condena llevara tu nombre, no me arrepiento.
Tirar de tu cabello me recuerda tanto la envidia que tengo al viento
cuando juega a ser huracán pequeño,
algunas veces sin embargo prefiero hacer de tus piernas un camino por donde aventurar mi lengua, siempre del sur al norte y rompiendo todos los límites de por medio,
no me mires así,
si cuando delinee tus espalda con susurros te prometí el cielo y ahora no hago más que impulsarte de apoco mientras cierras los ojos,
¡solo suelta las sabanas!
Debes de saber que me se tus lunares de memoria
y al igual que constelaciones cuentas historias entre la oscilación de tu cadera y las arpas que forman tus uñas al desbordarse los manantiales,
en vez de desastre lo llamaría manifestación delicada de una pequeña galaxia.
dejemos al tiempo con prisa de tenernos
y abramos de puerta en puerta cada fantasía (ya he comprado el antifaz),
andemos a pies desnudos por estas brazas al rojo vivo hasta formar señales sobre la cama,
te llenare de regaliz y vainilla, y haré de tu ombligo un mousse para fundirlo en mi boca,
cada vez contigo amo más mi dulzura y le temo menos a la lava.
A veces tantas hojas de otoño encima de nosotros nos hacen cómplices
de un movimiento transversal y peligroso, que termina solo cuando la última hoguera se apaga,
y con suerte eso será nunca.
El infinito se cruza con mis dedos bajo tu falda y viceversa,
las luces nunca tintinearon tanto,
es como si tuvieses una conexión con ellas cada vez que aferro tu cuello y te estremeces,
olvídate de articular palabras,
te entiendo entre gestos y gemidos
y al igual que un artesano te entrego de mi lo mejor que se hacer,
entre sudor y saliva.
Al final solo quedan las fronteras de las sabanas que separan la ambición del recato y el segundo circulo de Dante.
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