Los Ârboles.
Tenìa dos àrboles en mi jardìn.
El uno frondoso era y tan particular
que fantasìas asemejaba su soberbia.
El otro delgado era;
pocas ramas en su cerebro tenìa;
dejaba ver su interior
y yo
a veces sin querer desviaba
mis ojos a su dèbil rama.
U
que afuera la lluvia caìa
me dijo el soberbio y frondoso:
"-Alma, no dejes mi rostro
mis ramas, belleza, armonìa
morir en doliente agonìa.!
Salva a este fiel que ya expira
y vuelve a mirar en el dìa
lo bello que soy y lo hermoso".
...Entonces mi mente maldita
me hizo concebir la idea:
"-Te salvo, belleza, si dejas
que mire tu entraña inaudita."
Èl un momento dudaba...
por fìn decidiò lo propuesto;
abriòse entero sus ramas
y un rayo le cayò en el pecho.
No sè lo que fuè de mi vida...
tal vez me cegò el fuerte rayo.
Y al dìa que se abriò fuè mi vida
buscando a mi amor.... Llegò Mayo
Y, sin sueños, sin màs, ya rendida
volvì al jardìn que hacìa un año
no hablaba ya màs de aquèl dia
en que huyò de mi ser lo envidiado.
Llegaba ya casi a la puerta
testigo de lo sucedido
y una voz me dijo al oìdo:
"-No canses ya màs esos ojos;
Aquì yo te ofrezco un regazo."
Tomò mi cegada esperanza,
curò mi ceguera su abrazo.
"-Quièn es el que ahora rescata
lo ya sepultado hace un año? "
"-Soy yo, el humilde, aquel dèbil
que sòlo veìas de soslayo."
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