Las tumbas del ayer

Si algún día regresas, espero.

Caminaba por el lugar, la planicie sobre el valle. Entradas sin salidas. El umbral de la muerte sobre las tumbas. Donde vagan los vivos en busca de muertos. Donde los muertos se ríen de la triste vida. Donde Dios ignora su existencia, el mismo sitio que no puede ver. Aquel día me reía, sobre mi esposo, con la tumba de mi esposo. Reía de las veces que lloramos, insultándonos, insultándole. Cuando lo encontré ebrio en una esquina. Cuando me encontró llorando en el sillón. Aquellos ridículos días, el sacramento de la unión. La ridiculez más grande que amé, como a nada pude amar en la vida. Ahora viuda, la vida. Todo comprende, todo es real. No importa la tela, ni los maullidos, no importa si es lunes o domingo, si acaso pierdes o te rindes o si acaso ganas y es fraude.

El pecado y la mentira, la moral y la biblia, los brujos, los judíos, Buda y Alá. ¿Cuál es el motivo? El mismo plato está servido, para cada maldita alma, tan maldita como nosotros o tan santa como aquellos. Aquellos abnegados a tocar todas las puertas.

Hoy es el placer que camina, sobre la última parada, hoy soy yo, hoy soy ella y sí ella, aquella incrédula en el reflejo, soy yo, entonces yo soy él y siempre seré ellos. Somos nosotros, todos. Somos todo y no existe un más. Los cuerpos son espejos, las lápidas reflejos y los muertos somos nosotros.

Y si algún día regresas, eso espero…Siempre espero.