Lamento de un suicida

Un canto gregoriano en mis angustias.
Voces
que en tenor con dolo mi alma acusan
y un susurro suicida a mis espaldas
son la cruz que la psique me cercena.

De abrojos la senda en esta vida infame.
Espinas que hieren aún mis huellas
y un cardo que palpita aquí en mi pecho
son el hades que me envuelve, que me acedia.

R

ecuerdos infantiles
en fulgores, a mis pupilas cegan
y risas de una chiquillada inocente
me desvela.

En silencio
contemplo desde otros mundos
mi dolor, mi pena
y vengo a rescatarme
cabalgando corceles de ilusiones.

Atadas mis manos
con la negrura de las noches.
Mustia la lengua
que en su sed se descuartiza.
Hincado en el pedrero
lanzo mi última plegaria.

Nadie oye.
No hay consuelo pa’mi pena…

Levanto la mirada…
El párpado en temblores
busca la esperanza
pero esta yace oculta
en la vastedad del universo.

Ya he muerto antes
a otras ilusiones.
No sé por qué esta vez
mi temor se riega en llanto.
No comprendo
por qué el nudo en mi garganta
se atasca con el péndulo del tiempo.

El filo de la espada que refulge…

Relámpago que ahondas en mi pecho.
La sangre escamosa
pinta paisajes de agonía
sobre un despojo
con la mirada eterna al firmamento
donde al fin se pierden
las notas gregorianas
de éste…
mi eterno sufrimiento.