La GEMA

¿Pero Silvestre que has hecho?
¿No ves como sangra mi vestido?
Todas las repercutidas heridas te ufanan de mentirosa y egoísta.
De trovadora dramatica, de posesiva emoción.

Me has desatado el cordón umbilical de mi anciano nacimiento
Y en él implantaste una herida mucho más dolorosa qué el perdón.
¡Te rompiste un día, Oh, que lejano día!
Cuando de niña callabas las bocas diabólicas de los hombres violadores.
Y en tus perlados ojos de aguacera divina, supiste esconder las malditas ensoñaciones del no querer.

¡Ay Silvestre! me lamento por ti.
Eras una flor cobijada de retoños claveles.
De amarillo flor, de edredón azul
De verde maleza, de hedor trigal.

¿Si, lo sabias? ¿Tú, querida niña?
Si al despertar obsecuente, el clérigo y el vidente noctambulo
se rieron del escenario
tan solo para aniquilar al muñeco bufón
que tanto te quería ver periclitar ya desnuda y muerta del horror.