Inercia: un auto retrato.

Luces furtivas en la noche que no pertenecen al cielo y no son estrellas. No merecen atención y sin embargo la obtienen sin ningún esfuerzo, solo siendo así como son: extrañas pero sencillas, pesadas pero apacibles, reales y sin embargo tan inciertas como la mera percepción de la realidad. Fugaces, independientes, no obstante atadas y ancladas a un vórtice que las atrae hasta la sima sin remedio. Conscientes de su condición, mas ignorantes de todo lo demás. Sumergidas hasta profundidades indeterminadas e insospechadas, pues no se puede llorar debajo del agua.

Resplandores furtivos en esas noches de bohemia, tan cambiantes e indómitos. Ardientes e iridiscentes. Enterrados en su rango de luminiscencia. Pronto encontrarán un desenlace fatal, aunque ellos son resilientes y estoicos. Al menos eso podemos observar desde aquí. Nos devuelven la mirada con ilimitado desdén que brota de su fulgor. Devoran su tiempo de vida, su energía y su subsistencia. Consumen el espacio que ocupan con desidia aunque allí anidan sus sentimientos. No importa. Esa extensión que pueblan no significa nada al fin y al cabo.

Corazones radiantes furtivos en mitad de una desierta noche. Por mucho que todos se dirijan hacia el mismo lugar jamás encontrarán el camino. Se extraviarán en los márgenes y no soportarán la corrosión. Desvariando con verdadera pasión. Quebrando su sensatez, su juicio. Yaciendo en esa nebulosa de inercia.