Ida

En instantes cómo hoy donde
me pregunto
¿por que escribo?
¿Quien me dijo que escribía?
Nadie. Nada.
Que audacia la mía.
Por no decir descaro que suena más fuerte.
Una vez más resurge la pregunta:
¿Porqué escribes?
Y bueno, no hay respuesta.

Se hace espontáneo.
¿Bien, mal? No lo sé ni lo sabré.
En momentos cómo este
donde surgen dudas,
donde se cuestiona todo, y
se llega a la conclusión
o que se escribe bajo preparación
y vocación. O cómo yo.
Que simplemente surge
y, se es tal vaso donde se vierte
esa agua recibida.
Con la clara noción que se
hace sólo por el sentir y sin
intención de ofender o agradar.
Sólo se escribe.
Pero los momentos de dudas
donde la llamada musa fuente
de lo que llama uno inspiración
ha tomado huida dejando
en su lugar, inercia,
abrazada del silencio y vacío.
Aún a sabiendas que el escribir
es motivo de alegría.
No logra la pluma sea fecunda.
El entusiasmo de ideas, de letras
en atropello, en galope al surgir;
las palabras que solían manar,
ni las rimas logran su fluidez.
Todas, todas han quedado estancadas
en el fango y sueños
de la que siempre se supo no poeta.
Y, de nuevo la pregunta:
¿Acaso escribir no es parte
esencial de tu vida?

No, quizá no.