Hasta que no quede nada...
Dame de beber la sal de tus labios secos, la sangre de tu pecho reventado en tus costillas. No, no quiero que me alimentes, dame el hambre que engulle tu soledad, que apalea la espalda de tus ojos heridos. Dame los gusanos de tu boca y devora la mía, no, no me des aire, dame esa angustia del cuello apretando los huesos, la agonía de sentirse y no encontrarse, la sicosis de tus demonios, retumbando en tus oídos. Dame los cuervos de tu cabeza, las oscuras alas desolladas de tu cintura. Dame, lo que nadie quiere y lo que nadie busca, lo que se pudre, lo que se retuerce y se vomita. No, no me des amor, dame el odio y la ira, sacúdeme las pieles del alma y destrózalas una por una, hasta que no quede nada, hasta que me quede dormida...
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