Guerra

Me he leído el inventario de la vida.
He descubierto la estrofa glorificada entre los védameles.
He suturado las malditas heridas. Con finos alambres de púas, corteza de gato abanicaido.
Yo soy enemiga de las blancas torres
Soy la voz que porta el gemido de los más débiles.
Soy la corredentora de las vírgenes ultrajadas.
Soy la que porta sobre mi, tus dolores.
Nunca habrá espíritu semejante a éste.
Nunca otros labios rozaran siquiera lo qué he tocado.
Podrán bautizarte, a tí, estimado señor, el único leal al cúal seguir.

Pero yo sigo de pie frente a tí, contra el mundo, de espaldas a la humanidad.

No te asustes. No vengo a matarte. Tengo sangre maldita, pero también corre la verídica, la transubstancial.
Soy carne de cañón para tus dioses.
Ellos no soportan mi mirada
ojos de pantera cortesana
Trigo aplastado por una noche pagana.
Le declare la guerra al oráculo griego
al aspa sacristana
a tus ídolos de piedra.
Me he cansado de orar y sollozar de la pena
que decidí cortarme las sienes y con ellas fragmentar la maldad.
Soy amiga de los demonios, juez imparcial de los ángeles, yo- es matar no perdonar.
Y tu Dios, a mi no me convence, solo causa repugnancia.
Pronto la realidad los atrapara y será tarde para oraciones.
Soy la muerte, el castigo y la desilución qué yacen eternas.
Porqué sé qué es Dios quién busca matarme.