¡Gracias Padre!

Gracias Padre, que en el Cielo moras, y escuchas cada instante nuestros ruegos; enciende en nuestra alma aquellos fuegos que son para el espíritu auroras.
Y la fe que los milagros obra danos también con abundancia, pero quita de nosotros la arrogancia de creer que nuestra fuerza es quien lo logra.
Concédenos, oh Padre la humildad de tomar nuestra cruz sobre los hombros, limpiando del pecado los escombros, y aceptando, con amor tu voluntad.
Todo eso, a Ti te lo pedimos, invocando de tu Hijo el nombre; que tu gloria por siempre nos asombre, y eternamente, amen, te lo decimos.-

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