Faro

La puesta llega sobre barrotes ciegos,
aquí , cerca donde la soledad estruja
en los mares profundos sin luz,
¡apura, apura! hay que subir
los escalones vacíos del corazón,
a cuenta gotas se huye adentro
y la cima de la esperanza espera,
en la cárcel, en su boda de luna.

Al dormir , al despertar el reloj no cambia

y sobre las calles de los rincones propios
la amarga quietud sufre en esa calma,
terrible como éste lugar apenas
se mantiene en pie,
escucha las olas alterando el orden,
¿oyes lo que la olas tienen que decir?
la ausencia se quiebra en la voces
que chocan en las piedras.

Tengo historias repetidas en el misterio
inclemente y lejano ,
sin preguntas, las esposas de las paredes
susurran débiles en el corazón cobarde,
en los oídos que desconocen el tiempo,
largo el trecho ha sido desde el último
beso esculpido en alborada.

¡Dolor! , el rechazo de la gaviota
en su muerte sobre peñascos inalcanzables,
¿Qué hice en la esperanza de estas paredes
a los navíos desconocidos?
¿acaso la visita de su muerte no toca puertas?
A mi instancia hueca, a mí templo solitario,
los ojos arden en tinieblas bajo firmamentos
escarchados prófugos, eternos, de misterio
entre mares oscuros.

La verdad del náufrago se escribe
en su vacío distante,
forastero sin tierra,
trance de condenas,
caminos sin encuentros
en el pensamiento suyo,
aunque sea pequeño, tosco,
lúgubre, le sirve para vivir...

A veces, hay días, hay noches,
hay lapsos donde se oyen liras,
voces cortadas en tormentas,
serenatas inoculadas en el pecho
incitando a huir de la luz remota,
de la luz de los ciegos que atraviesan mares,
tal vez de sirenas, de monstruos o de mi alma…