Escribo

A veces solo son las palabras,
su sonido difunto o malogrado
su carne fresca o arrobada
su significado llano o proscrito
y aquellas otras
que una cree haber olvidado
y se le repiten como
una comida mal digerida,
palabras que
me empujan a escribir

me pellizcan, me arañan
con saña,
me roban la tranquilidad.
Mi gramática es un desliz, mis puntos,
comas o acentos son enigma de unos sabios
que miden el tempo
alegro, andante, vivace

Yo no les llego ni a la suela de
los zapatos.

No quiero buscar el significado de “pardo”
o “aspavientos”.
No quiero extrañarme de
mi propia lengua, ahora
que ya 35 años me han
envuelto en la
necedad o necesidad de adoptar
la lengua Inglesa.

No soy ciudadano de ninguna parte,
o hablante de ninguna lengua
con plena capacidad o garantía.
Me equivoco.
Por esos las palabras son una sacudida,
un quebradero de cabeza, un disturbio
innecesario.

Me vienen de manera repentina
y os juro que no son parte de mi
vocabulario o mi sabida memoria.
Son como semillas de origen desconocido
que cuando brotan y maduran
una las cultiva, riega, cosecha
y digiere con gratitud,
el hambre no distingue de finezas.
No escribo para merceros o
para alargarlas la vida,
o convenceros de que
valgan la pena, o tengan su sitio.
Solo escribo por así decirlo,
para pasar el tiempo.