Errante

Lejos, muy lejos...

En el punto más lejano de mi propia cordura,
conduzco por la memoria sin pisar el freno.
En la carretera hacia donde nunca te vi
persigo a mi sombra, persigo a la muerte.
En la radio suena una canción, habla de ti,
de no venirse abajo, en verdad no la entiendo,
pero se que habla de ti, no tengo duda.
Suena tan triste como el despertar de un adios,

como el llanto inconsolable del propio miedo,
como cada vaso que bebo al parar en cada bar
de esta carretera que me lleva hacia tu olvido.
No vacilo, tan sólo espero desvanecerme,
convertirme en polvo entre las alimañas,
alcanzar el nirvana tras haber vivido contigo,
arrojar el último cigarro por la ventana
pisar el acelerador de una vida incandescente
que nunca imaginó siniestrar ante Dios.
En la carretera principal un loco habló
de traficantes de almas rotas en la colina,
pensareis que fui a venderles la mía (lo hice).
Prostitutas en la noche venden su corazón,
y en la carretera principal camina un loco,
se refleja en los charcos estigmas de su rostro.
La policía patrulla, ellos son los chicos malos,
controlan con miedo a las bandas de empresarios.
Jeringuillas caen del cielo, otra vez Dios y sus regalos...
La luz de un fuego intoxica el lejano horizonte,
y en las casas apuntalan las entradas con tablones.
Llegué hasta aquí porque perdí el norte
huyendo de los escombros de mi propia ira,
de una vida de mentiras, de palabras vacías.
Buscaré refugio donde el anciano, de noche,
quizá nunca despierte, miro a la ventana,
en la carretera principal camina un loco,
habla de mi historia en otras vidas pasadas,
se ríe y camina borracho carretera arriba,
se dirige recto, hacia donde renacen las vidas.