Eros y la mujer amada
Como anhelo en este instante bañarme en la lluvia de oro que destila tu mirada, que me empape, me sature, que me cale hasta los huesos, y secarme en el jazmín, los pétalos de azahar del terciopelo perfecto que es el nácar de tu piel.
¿Sera una alucinación, un sueño o quizá un augurio? No se pero lo deseo, lo siento, lo vivo y sufro.
Y encontrarme en ese lance con tu carne palpitante, temblorosa, todo ganas en plena genuflexión, y con tu centro brillante lixiviando elixir y miel, ese brebaje sagrado, soma que a mi me enloquece, que hace a mi lengua mas dócil y mis papilas despierta, y que mi esencia en ristre se anticipe, arremeta, explore y sacrifique en éxtasis absoluto el apretado camino apretado, ceñido siempre, exquisito, interminable, dispuesto y a mi medida, la vía de tu placer: El camino de santiago un templo en mi ha de tener.
Y abrirme camino al punto atravesando la flor, con fuerza y mucha dulzura los pétalos reventando, hasta doblegar el punto, tu secreta fortaleza, ese nirvana solemne que tan única te hace, complaciente, sin igual. Y al así hacerlo sentir que me lo pides mas fuerte, mas duro profundo y fuerte, hasta llegar al destino de ensoñación y placer como tu te lo mereces, y fundirnos en un todo, uno sólo, un solo ser. Y justo en ese momento recitarte Sonatina, toda la Biblia, El Corán y bajarte las estrellas, y decirte vida mía tu esclavo siempre seré.
JR
27.08.2017
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