Ella dejó de reír como antes

Nadie vio el momento exacto en que ella dejó de reír como antes.
No fue de golpe, ni con una despedida.
Fue en pequeñas grietas, casi invisibles: una palabra que dolía, una burla disfrazada de chiste, un olvido que pesaba más que mil promesas.
La fueron rompiendo poco a poco.
Con silencios que gritaban desprecio,
con exigencias que nunca se aplicaban al otro lado,
con esa forma de amar que no abriga… sino que apaga.
Y ella, al principio, aguantaba.
Se convencía de que era parte del amor.
Que quizá era muy sensible.

Que debía esforzarse más.
Hasta que un día, ya no lloró.
No gritó.
No pidió explicaciones.
Solo empezó a caminar en dirección contraria.
Y entonces, claro, llegaron las preguntas.
—¿Por qué estás tan fría?
—¿Qué te pasó?
—¿En qué momento cambiaste tanto?
Ella sonrió, pero por dentro dolía.
Porque nadie pregunta qué te rompió… solo qué te endureció.
Y ella ya no tenía ganas de explicar.
Porque quien te hace pedazos nunca se queda a contar los fragmentos.
Josefina Arévalo