El Vaivén de los Postes

Se entiende, que siempre estás presente
En absoluto silencio o en aviso constante
Igual que vibración como de campana
Al cantar algún hecho desgraciado.
Me remito a la historiografía mía
Para ubicar un recuerdo tuyo
Mas me entero de su soledad
Porque eres nueva en mi entendimiento
Y también eres nuevo sentimiento
Pues veo reflejado al atardecer,

Teñido de sangre presagio,
El vaivén de los postes y ramas;
Los tejados granates mecidos como cunas;
El eco de una tormenta subterránea
Y el miedo en las grietas de las calles.

Desespero. Es escasa la serenidad
Al oír desde las alturas
A las libélulas de hierro
Con su apuro entrelazado en luces,
Y a los perros con sus ladridos
Portando collares de sirenas vigilantes.
La noche, no impide el éxodo expedito
De los cabizbajos sacos de nostalgia
Que en fila india, desfilan a lo alto
Con la espina de no poder mirar atrás.

Es irónico tenerte al frente
Cuando de ti, siempre huyo
Gracias al calvario de mis memorias.
Pero me tienes aquí, sentado
En una mesa que tú mismo trajiste
Por tu fuerza. Lo hiciste para enseñarnos
Que no somos más que simples peones
En su único y perfecto tablero
Teniéndose ella misma como la reina.
Y tú, océano rebelde,
Sigues ahí, con tu horizonte infinito,
Mostrándome que no somos nada
Si no vamos con una simple pala
A levantar cualquier puerto
Sin más pago que una sonrisa.

Te canto a tu perfección, Madre
Pues solo somos polvo
Y a eso llegaremos a ser
Cuando quieras reclamar lo que es tuyo.