El peso que no viste

La lastimaste
cuando ya sangraba.
Ahí
fue tu derrota.
No de pareja,
sino de ser humano.
​Ella cargaba pesos que no te dijo.
Libraba batallas sin un testigo.
Se esforzaba en seguir de pie,
dudando de sí misma,

perdida en el eco de su mente,
cansada de vivir…
y aun así,
te elegía cada día.
​¿Y qué le diste?
Más dolor.
Cuando pidió calma, le diste caos.
Cuando buscó un abrazo, le diste la espalda.
Cuando soñó seguridad, la hiciste sentir invisible.
En vez de ver su herida, la hiciste más profunda.
En vez de ser su refugio,
fuiste otra razón para que aprenda
a protegerse sola.
​Ese fue tu error.
Ser hombre
no es hablar bonito en la luz,
es estar presente en la oscuridad.
Es ser su ancla
cuando su mundo se desmorona.
Y tú no lo hiciste.
La dejaste luchar en silencio,
y aun así,
pedías su entrega completa.
​Algún día entenderás
que su amor no era común.
Era puro.
Era único.
Pero entonces…
ella ya no estará.
No rota,
no con rencor.
Estará sanada.
Y por fin, amándose a sí misma
como tú
nunca supiste hacerlo.