El jardín de cerezos
Un corredor de anilinas
deslizado en su benigna forma,
bajo el cristalino instante del hálito velo
seduciendo las copas.
Nativo rocío, danzando sobre la hoja cetrina,
cual murmullo de cascada
adentrado en el sonido agua.
El tenue espíritu
bulle, en el fervor que sostiene
la silueta de los pétalos.
Aparece concebida la armonía
bajo el pabellón del continuo follaje;
construido de respuestas
disuelta la vida en el agua.
Colores melodías inundadas,
brotan al batir de alas libélulas;
y canta la meditación deleitable
que crece encendida sobre el notable trébol.
La fuente de dulzura fluye y se detiene
ante el portón de la frescura hondeada.
Revestida primavera que esparce su torrente
semejante al vibrante estupor que congregan las bendiciones.
El comienzo de un edén, hacia la concordía...
La puerta del templo;
fragancia que impele la paz erigida
en sus musas susurrando utopías,
florecidas en el jardín de cerezos.
Los dioses de pie observando liberan las cargas,
cuál hojas muertas dispersas,
que en su entrega alimentan al calor de la tierra.
Ahora, habré de dormir tranquila,
como nubes que transmutan constantes
hacia la colindante morada.
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Marzo 14, 2018
© 2018 Gabriela Ponce de León, La Dama Azul. Todos los derechos reservados.
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