El campesino.
Aún de madrugada, el gallo canta,
él... Despierta, bosteza y se levanta.
Agradece a Dios por el nuevo día,
luego desayuna, no quiere llevarse la panza vacía.
Toma el azadón, la lima; el agua, el machete;
y a su linda esposa besa en el cachete.
Se aleja de prisa rumbo a su parcela
Al par de la aurora llega al sembradío,
y lo encuentra alegre, lleno de rocío.
Comienza contento la ardua tarea
de quitar la hierba, de arrimar la tierra...
¡Por todos los surcos su estampa pasea!
A media mañana le llega el almuerzo,
sus hijos trajeron, tacos, rico atole,
y comer con ellos compensa su esfuerzo.
Sigue la jornada, ya calienta el sol,
levanta la cara, se seca el sudor
e implora por lluvias para su labor.
Con el sol cayendo regresa cansado,
pero satisfecho por lo trabajado.
Lo ven desde lejos el perro y sus hijos,
salen a encontrarlo con gran regocijo,
le hacen una fiesta y eso lo reanima,
el más grandecito, le arrima una silla
y el más pequeñito le hace cosquillas,
él ríe contento y a su esposa besa,
y van a bañarse gustosos al río,
¡Viva la familia! ¡Es bella la escena!
después, todos juntos disfrutan la cena.
Da gracias a Dios por el día vivido,
mira las estrellas del cielo divino
y se va a dormir sintiendo que ha sido...
¡Un grandioso día...! ¡Bravo campesino!
José Ánel Guerrero Hernández.
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