El almacén de dientes de león (cuentos infantiles)

2022 Nov 29
Poema Escrito por
Juan Manuel Samaniego OcaÑa

Aún conservo dos colmillos de leche, uno se me mueve y el otro no.

Al igual que un pirata cojo con pata de palo o un villano tuerto con parche en el ojo,
ahora soy una joven vampira con un colmillo mellado, que ya no da miedo.

Además, !qué fastidio!.

Que por indicaciones del dentista, no podré comer sopa caliente hasta que me salga el nuevo diente.

! Me cachis en la mar ¡

A

gusto, ya no podré, los cuellos de los demás niños morder y beber su sangre por doquier.

Cuando perdí el canino en cuestión, se me hinchó un poco el moflete.

Así que mis padres, me autorizaron con mucha ternura,
a tomar helado para bajar la calentura.

Pero cuál fue mi sorpresa,
que cuando fui a visitar el refrigerador, solo encontré bolitas de alcanfor.

!No había helados, tampoco hielo siquiera!

Al ser día de descanso, las tiendas de alimentación se encontraban cerradas.

Así que emprendimos un lejano viaje de compras al supermercado de las nubes, que está muy arriba en el cielo.

Subir en ascensor hubiese sido la mejor idea, pero lo malo es que mi hermana pequeña tenía un miedo feroz, desde que una vez, se quedó encerrada en el elevador.

Menos mal que siendo familia de colmillos afilados, pudimos convertirnos en murciélagos y subir aleteando las alas. Porque subir andando hasta allá arriba, hubiese resultado agotador hasta para un vampiro.

Como mi hermana era pequeñita, aún tenía las alas muy cortitas para poder volar.

Así que a mamá, le tocó cargar con ella sobre su regazo,
mientras a mí,
me llevaba agarrada del otro brazo.

Más pronto que tarde, aparecimos en la entrada del cielo, donde se encuentra la fábrica central de helados, que sirve al resto de los supermercados del mundo.

Siguiendo los consejos de una ardilla que, allí regentaba el negocio, me pedí un cucurucho de vainilla, que para estos casos decía que era el más adecuado.

Aunque como me notó,
un poco resignada con esta elección, a la vainilla añadió unas láminas de algodón de azúcar y unas virutas de fresa y trufa.

No terminó ahí la cosa, sino que acompañó aquel torreón de sabores, con un pequeño toque de sirope amargo, extraído una rodaja de cáscara de limón.
Como colofón puso la delicia final de una galleta de jengibre.

De paso la heladera, me encargó que a mi regreso, le diera recuerdos a su prima, que dirigía también otro negocio.

Nada más y nada menos que un puesto de bellotas asadas y almendras garrapiñadas en la Tierra.

Pero de repente, cuando mamá se disponía a pagar, rebuscó en su bolso y no halló el dinero.
Fué entonces cuando cayó en la cuenta que había olvidado el monedero.

Aunque era Domingo, papá se encontraba trabajando y tampoco podía subir.

Así que a mamá, no le quedó más remedio que bajar y subir de nuevo, y recuperar el tarjetero.

En mientras a nosotras, nos dejó en el parque de juegos al cargo de dos monitoras que nos cuidaron con esmero.

Para cuando mami regresó ya me había acabado mi helado, y por supuesto mi hermana, había hecho lo propio con el suyo, que idéntico al mío tenía además una bola extra de chocolate.

Mamá se tiró de los pelos. La factura cada vez era más grande!

Pero al final pagó los primeros cucuruchos de helado, los añadidos, los extras y los mimos de las cuidadoras que tampoco eran gratis.

Como vería los siguiente que mamá a regañadientes, nos compró otros dos helados para evitar protestas y motines en el viaje de vuelta. Y es que se perdidos al río, como decía mi abuelo.

A continuación, en agradecimiento, sus dos hijas la premiamos con un abrazo enorme de gigante.

Al mismo tiempo pringamos sus mejillas con un montón de besos de caramelo hasta que logramos, que su sonrisa habitual, apareciera de nuevo en su rostro que ahora parecía angelical.

Para acabar esta historia, os contaré que al final, los amables empleados del centro comercial nos hicieron un regalo.

"Un ramillete de bolas plumosas", que al parecer guardaban en su interior, unas semillas llamadas "dientes de león."

Y a continuación nos desvelaron que oculto en el regalo, había el encargo de la siguiente misión:

"Desde las alturas del cielo, sembramos simientes, que germinaron, sobre los campos terrestres."

"Después, crecieron las plantas, y de ellas, nacieron nuevas flores."

Creamos así un lugar en la Tierra, que no existía hasta el momento.

El gran almacén de dientes de repuesto, dejó de ser un sueño.

!Y antes de que otro niño del planeta se me adelantará, yo aproveché para reservar el mío.!

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© 2022 Juan Manuel Samaniego OcaÑa - "El almacén de dientes de león"
Ilustraciones: Rebeca Samaniego Granados.
Todos los derechos reservados.

2022 Nov 29

Juan Manuel Samaniego OcaÑa
Desde 2021 Oct 15

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