CUENTO TRISTE


Nació una tarde de septiembre con el desconcierto palpitándole en el pecho y la condición gimiente incrustada en las paredes de su sexo.
Tuvo las primeras canas cuando reconoció que la desolación la seguía porque había llegado con su propia maldición a cuestas: ella misma perseguía, como sino de fuego, un único, absoluto, imposible sueño: no más ambición, no otra esperanza, ni fe, ninguna otra meta: sólo ello.
No hubiera deseado permanecer tanto tiempo. Pero su alma es un fénix maldito que la renace en cada coqueteo con la muerte...
Ahora envejece sin haber dado un paso: su sueño -el que aún y pese a todo, persigue- permanece lontananza intacto: su luz todavía la enceguece.
Ahora se la puede ver entumecida entre las ramas de madreselva que viste su cuerpo y oculta su cabellera. Si se busca bien, su mirada se revela entre las flores rojas y su boca, entreabierta, parece que besa
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