Cuando la estupidez no carece de sentido.
Bendita sea la estupidez, cuando la comprensión de la realidad lerda, nos dejó pedir la libertad a voz en grito, sin medir las consecuencias, época de carcajadas sin linderos, esa que libera y precede al suspiro.
Que se institucionalice la tontería que me empujó a nuestro primer beso, sin pensar que la vaciedad y el despecho movían los hilos del seudo romance. Que se escuche el aplauso sentido de la audiencia, porque todo lo que viví contigo sucede cuando la estupidez no carece de sentido.
Si la necedad fue catalizador de la vida que me diste en tu abrazo, que con la anuencia de Dios sea alabado todo en lo que no se piensa, pues fui resucitada de la tumba en la que me sepulto los meticulosos pasos de la existencia. Imperiosamente, todo cuanto nace de lo absurdo, tiene un mal final, más no ostento arrepentimiento, en la remembranza se cuela una sonrisa y la lágrima que se asoma es traída, por la nostalgia, no por el encono.
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