Crónicas de un Adiós
Mis labios, no conocían todo el peso que contenía un decir adiós
Sabía que dolía, pues tanta gente vi de negro, a la que los ojos les llovía, mientras tristes, se despedían de una vida.
El reloj no cesó, y el tiempo para mi también llegó. La oscuridad hecha seda me envolvió y mis mejillas, suerte de sendero para las gotas de una fría llovizna, triste y con gusto a mar.
Como de costumbre... las manecillas no hicieron la excepción de parar, y mucho menos las ganas de llorar, mas, con el ejemplo del tiempo, uno debe seguir recorriendo.
Te vas dando cuenta, al andar, que con soplos de cotidianeidad, la ausencia hace presencia, advirtiendo que los rituales de ayer tenían más integrantes que los de hoy.
C
Porque se qué el recuerdo es escudo y es espada, en esta mi batalla ganada, es la fuerza que arraza, aquella barrera que con no verte más me amenaza.
Conoce más del autor de "Crónicas de un Adiós "