Caverna
Acontecido por el verbo de tu sexo
naufragué en tus costas de luna nueva,
recorrí tus bordes, acaricié tu silencio,
de besos sembré tus desérticas arenas.
Tracé un mapa de tus pliegues todos,
con mis dedos en llamas encendí tu fuego,
monté tus espasmos, aprendí tus modos
y me quedé dormido en el valle de tus cerros.
Con la promesa cumplida de tu cuerpo salvaje
limpié mi alma de miedos y, destilando coraje,
te propuse que juntos reinventáramos el cielo.
Se abrieron tus ojos – ventanas de la noche –;
océanos de tiempo navegaron tus miradas.
Con el diablo en la sonrisa sutil, sin reproches,
me arrojaste a un infierno de desprecio y pasión derramada.
Hoy soy una caverna, me bebió la oscuridad,
y mi ilusión es un cadáver que se enfría en mis brazos
ante la cruel y contundente verdad
de mi alma abatida y hecha pedazos.
Y en marcha silente hacia el abismo de mis días
camino resignado en procesión solitaria:
no me abrazo a la pena, no me ahogo en llanto,
soy tan sólo un fantasma con destino de paria.
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