CARTA A UN AMIGO

Quisiera recordar contigo la época de nuestra niñez, ¿te acuerdas?, como corríamos por la orilla del río sin preocupaciones, mojándonos los pies en sus frescas aguas, nos tumbábamos al sol para que sus rayos acariciaran nuestros cuerpos, luego, como si un hambre desesperado nos invadiese, corríamos a los huertos a robar higos y brevas.

En mi memoria quedó impreso el laberinto de calles que formaban nuestro pueblo, que bien suena, ¡nuestro pueblo!, cuando estás en él quieres salir para ver el mundo, y cuando fuera estás necesitas de sus muros el abrigo, te acuerdas, tú te quedaste en él.

Esos días en la escuela, que pretender aprender queríamos, pero lo único que nos salía era poner lagartijas en el cajón del profesor, tú hacías garabatos en la pizarra y siempre acababas castigado en el rincón, luego en el patio intercambiábamos bocadillos o simplemente los dividíamos en dos, nos comíamos dos mitades, que buenos estaban los bocadillos de nuestras madres.

En vacaciones, daba lo mismo que fuese verano o navidades, parecíamos dos pajarillos corriendo todo el día de aquí para halla no teníamos descanso ni sosiego, pues cansarnos no era nuestro lema, que recuerdos de aquellos días, pero al fin sin remedio ni opción del pueblo tuve que salir, pero tú té quedaste en él.

Aunque mi carta dirigida a ti no podrás leer, el papel bien plegado en las rendijas secas por el verano de tu lápida pondré, volveremos a correr, no lo dudes ni instante, pues si después de esta vida hay otra te ruego me hagas sitio, pues ya me toca.