Ángel negro
¿Dónde abran quedado
los amaneceres alegres de la sinrazón;
aquellos hermosos instantes donde veíamos juntos
como la diosa aurora atravesaba el cielo silencioso
con su angustia de rosado color?
Fueron los pasos torpes que tejieron los innumerables senderos
Y el último punto de nuestra historia.
Su beso de despedida se despierta con mis ojos empapados en tristeza.
Puedo ver los vestigios lejanos de las palabras del adiós;
en la eternidad del hoy.
Te confieso que he descifrado el juego secreto de amar.
En los oscuros confines del amor
hay una de las partes de ese todo tan maravillo que siempre ama más que otro.
Mi único pecado fue quererte tanto
Y tu libertad no haberte perdido en mí.
Tu belleza me somete y mi voluntad es sometida.
Desde ahora en más seré tu esclavo tonto
y tu mí ama más desinteresada.
Como el vagabundo solitario que extiende su agonía
en las desalmadas calles de nuestra humanidad;
como el efímero resplandor que brilla entre tanta oscuridad;
como la esperanza del mañana que se encuentra
atrapada en los infinitos laberintos del final;
así son las imágenes amargas que refleja el cruel espejo en soledad.
Nunca podría haber existido la poesía homérica
sin la antigua Guerra de Troya.
El poeta canta su propia Odisea.
Todo ese ayer
(por el cual mi corazón se inclina)
con mis propias manos, para siempre, tendré que romper.
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