ALMA

¿Dónde estás, alma mía,
mi único refugio,
mi inseparable amiga?
Deja que nuestro amor arrulle
los pelos de mi barba
y encienda mis bosques.
Túmbate conmigo
cabeza con cabeza,
arráncame la camisa
y ponle una cerca a mi corazón.

¿Recuerdas aquella costra transparente
que nos envolvió al encontrarnos?
Tú estabas reclinada ante la vida,
ante el mundo y, suavemente,
miraste hacia mí,
quebraste mi discurso
y me besaste en lo más hondo
de mi espíritu.
Después, te estiraste
hasta hundirte en mi entraña,
me abrazaste y te sumergiste en mí
para colmar el secreto de mi germen.
Mi comezón calmaste
con té de gordolobo que bebimos
junto a mis hermanas,
a mis hermanos
y a los que habitan más allá de ellos.
Y ahora sé que tu hierba y tus hojas
son las hojas de los hombres,
las hierbas de los hombres,
que el eterno hormigueo de mi lengua
es la guía de mis manos,
que todas las mañanas
los hombres nacidos de mujer
abren sus oídos al mundo
para soñar nuevas músicas,
para escuchar nuevas palabras…

¡Que tu paz sea la piedra
en que se apoyen mis pies!
¡Que ésa sea tu firme promesa,
un compromiso que se mantenga erguido,
dando pulso a mi vida,
animando mis ritmos, contemplando
las oscuras rodillas de la sabiduría,
las invernales sugestiones del recóndito musgo,
la ansiedad de mis susurros,
el calor de la tierra,
la rabia del estío,
y la serenidad del universo
gobernado por tu callada voz!