¡ADIÓS NUBES, ADIÓS SUEÑOS...!!

2017 Abr 06
Poema Escrito por
Franlodel

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¡ADIÓS NUBES, ADIÓS SUEÑOS…!

-Cuento-

Solía mirar desde su ventana el amanecer. Su mirada, inquieta, se clavaba como una daga en la inmensidad del cielo y su alma de niño chico, se expandía con el deslumbrante destellar de la aurora. Su espíritu se calmaba al ver el nacimiento renovado de la luz y se elevaba con el canto vespertino de la alondra y del jilguero ¡Todo era paz y bienestar en aquella armoniosa y delicada sinfonía que le hacía sentir una emoción indescriptible en su pecho! Miraba el cielo y su alma se enredaba en las nubes que flotaban como globos blancos por caminos de espuma azul, perfilados con ribetes de amaranto y fuego. Se sentía todo de algodón sin aristas ni costuras, como un soplo de jazmín, como el vuelo de un vencejo.

—“¡Cómo me gustaría flotar como ellas y mirar desde arriba las casas y el suelo!— pensaba mientras soñaba con viajes y aventuras increíbles.

Después de soñar un rato, volvía con tristeza y añoranza a la sencilla realidad de su vida, esperando con impaciencia la llegada del siguiente amanecer… Y así se le pasaba el tiempo: observando la aurora una y otra vez. Era muy joven apenas un niño, inocente, soñador, -dicharachero-. Su mayor ilusión era conocer nuevas gentes, otras tierras y otros mundos, para evadirse de la monotonía de su triste realidad.

U

na mañana, cuando miraba como de costumbre el despuntar del día, escuchó de pronto una voz, que desde lo alto del cielo le decía:

—“¿Quieres viajar conmigo? ¿Quieres acompañarme en un largo viaje que he de hacer, y así ofrecerme tu grácil y agradable compañía?...
— ¿Quién eres tú…? ¿Dónde estás que no te veo? — exclamó el chiquillo, asustado y sorprendido, al escuchar aquella enigmática voz.
— ¿No me reconoces?... has soñado conmigo muchas veces y me has visto cruzar el horizonte vestida con mis mejores ropas y atavíos…, ¿de verdad que no me conoces…? — le preguntó la voz.

—Perdona, no te enfades por favor, pero es que no te veo y no sé quién eres…, desde dónde me hablas, dónde estás…?— le contestó

—Mira hacia arriba, a tu derecha… ¿no ves cómo te miro y te guiño un ojo?… ¿No me ves vestida con un traje de algodón blanco y un pañuelo de color añil en la cabeza? — le preguntó de nuevo alzando la voz con un tono de extrañeza.

— ¡Nube!.. ¿Eres tú quién me habla…? ¿Eres tú de verdad, o quizás me he vuelto loco…?— le dijo mirándola fijamente con sus ojos encendidos y brillantes.

— ¡Pues claro que sí hombre, soy yo, tu amiga de cada día…! ¿Me ves ahora?...

— ¡Ah sí, te veo perfectamente,… pero dime: “¿Por qué te diriges a mí si tú nunca me hablaste ni me dijiste siquiera hola?”… Contéstame.

—Te he estado observando desde hace mucho tiempo. Te he visto llorar de emoción y de alegría al contemplarme… y he podido ver, desde aquí arriba, la radiante luz de tus ojos y sentir el latido de tu corazón. Sé de tus deseos e inquietudes y de tus cuitas y añoranzas y me gustaría complacerte por ello… ¿Te apetece acompañarme…? ¿Sí o no?— le preguntó de forma muy tranquila y paternal.

— ¡Claro mujer, claro que sí, cómo no! — le contestó.

—Pues entonces no esperes más; da un salto y súbete encima de mis alas, que yo te llevaré a un mundo de ilusión y fantasía. Juntos emprenderemos un gran viaje. Recorreremos, volando por el cielo, tierras y países maravillosos, miraremos la casa donde duerme el sol y nace la luna… escucharemos cómo cantan las estrellas sus canciones vespertinas, con sus laudes de oro y fuego y sus arpas de plata fina, y comeremos azúcar de algodón y de nieve blanca… ¡abre bien los ojos y agárrate con fuerza!— le dijo mientras le miraba con una mirada muy clara. Y empezaron a volar por los caminos azules del cielo.

El joven no podía creerse lo que le estaba pasando, e iba temblando como un flan, mirando desde arriba las hazas de cultivo, las fértiles praderas, los frondosos bosques, las montañas, los ríos, los caminos amarillos, las casas con sus tejados rojos, los palacios, las ciudades, las aldeas…Todo era diferente, mucho más hermoso, más chico y bello: como un inmenso manto de cuadros de colores, como una alfombra de seda y terciopelo…
— ¿Quieres que te empuje un poco?— Le dijo a la nube el viento que pasaba por allí. ¿Quieres que te sople para que no te canses?... Dime si quieres, porque entonces, yo te soplaré con un hálito de brisa, y rizaré tu pelo blanco y limpiare tu ropa de bruma.

—Sí, sóplame un poquito por favor señor viento— le contestó la nube con una sonrisa. Y el viento le exhaló un soplo de aire fresco.

El joven iba alucinado, no creía que aquello pudiera ser real y apenas podía dar crédito de lo que estaba viviendo: “Esto no puede ser verdad”— decía dándose unas palmaditas en la cara para despertar, mientras veía las cosas por debajo de ellos.

— ¿Vas bien? -le preguntó la nube.

—Sí, le contestó el niño visiblemente emocionado por tan apasionante aventura.

Durante el viaje, se encontraron con una formación de grullas que volvían a su hogar, comandadas por un general muy grande que portaba un estandarte colgado de su cuello… y con algunos ángeles que venían de la Tierra acompañando a varias almas benditas que iban cantando salmos dirección a su retiro eterno. El Sol, -desde su casa dorada-, les acariciaba con sus rayos luminosos y una vieja gaviota, que descansaba suspendida en el aire con sus enormes alas abiertas, se quitó los anteojos para mirarles de cerca -incrédula y asustada-, al verles pasar: “¡Jesús Dios mío, me estoy haciendo muy vieja!” — exclamó, mientras daba varias aletadas y se iba a otro lugar.

Al cabo de un buen rato, -después de haber recorrido muchos kilómetros y de haber visto cosas verdaderamente increíbles-, otra nube, (algo más pequeña y veloz), se acercó a ellos, y haciéndoles señales y aspavientos para que se parasen, les dijo muy asustada y nerviosa:

— “¡Escucha Gran Nube, soy del Departamento del Medio Ambiente, y me mandan para que te diga que regreses urgentemente, ya que al parecer, se ha declarado un fuego muy grande y hay que apagarlo de inmediato!”

— ¡Qué me dices compañera…! Vamos para allá, aunque yo no sé si podré contribuir a su sofoco, ya que llevo circunstancialmente a este chiquillo encima, y si me disuelvo, caería estrepitosamente al suelo… no obstante, vamos sin perder nada de tiempo— le respondió muy preocupada por la situación.

De regreso el chico pensaba para sí: “Hay que ver qué mala suerte la mía, ahora que estaba disfrutando de lo lindo -y conociendo un montón de cosas que nunca había visto-, nos tenemos que marchar… pero qué le vamos hacer si así es la vida…”

A lo lejos ya empezaba a divisarse el fuego, que era muy vivo y grande, y con un humo muy negro y espeso que les irritaba los ojos haciéndoles llorar: “¡Qué barbaridad, mira cuantas llamas hay! —le dijo la nube al joven. ¡Es una casa la que está ardiendo y parece que hay gente dentro, vamos corriendo a toda prisa para que no les pase nada a sus habitantes!— añadió muy preocupado.

El chico -que observaba todo lo que pasaba con enorme interés –pegó un respingo, le dio varias palmadas en la panza, y dijo gritando muy asustado: “¡Pero si es mi casa, hay Dios mío… si es mi casa la que está ardiendo! ¡Vamos, corre, date prisa y descarga toda tu agua sobre ella!”
— ¡Pero escúchame muchacho, si descargo toda mi agua no tendrás sostén y caerás estrepitosamente al suelo y te matarás con toda seguridad…! ¡Estamos muy altos! — le respondió.

El chico se quedó un rato llorando en silencio, pensando en lo que le acababa de decir la nube, hasta que de pronto exclamó: “¡Prefiero dar mi vida por mi familia, por mi casa y por mi hogar! Yo ya he vivido una experiencia inolvidable, pero ellos, -mis pobres padres y hermanos-, ni siquiera saben que existen otras cosas y lugares tan hermosos y distintos para ver… sí, lo tengo decidido… ¡nube, descarga toda tu agua inmediatamente para salvar a mi familia y conservar nuestro pequeño y humilde hogar!”

La nube volvió su cara hacia él, y mirándole fijamente -con una mirada tierna y compasiva-, le dijo: “Como tú quieras muchacho, este es tu “Gran Viaje”, tú eres quien manda y quien decide”… Y descargó de golpe y con fuerza toda su agua sobre la casa, mientras el chico caía al vacío con gran velocidad.

—¡Adiós muchacho nunca te olvidaré… adiós…, adiós!— le decía la nube desde arriba, mientras caía vertiginosamente al suelo.

—¡Adiós nube, adiós sueños, adiós vientos y estrellas, adiós espejos de colores, adiós mañana, adiós aurora… adiós a todos para siempre!— exclamaba el niño mientras caía con sus brazos abiertos.… Hasta que de pronto, un fuerte aguacero le despertó súbitamente. Miró al cielo sorprendido… y vio una nube muy pequeña y transparente que le enviaba una mirada de paz.

Se fue hasta sus padres, y abrazándoles fuertemente, les dijo: Os quiero mucho papás. Hoy he comprendido, en uno de mis sueños habituales, que lo importante en esta vida no es lo que anhelamos, sino lo que tenemos porque Dios nos lo ha dado como un regalo…, que nuestra vida no está en los sueños, sino aquí abajo, que el verdadero tesoro en este mundo es la familia, la concordia y el amor.

Autor; Francisco López Delgado.
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2017 Abr 06

Franlodel
Desde 2016 Jun 01

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