ACANTILADO

2017 Mar 22
Poema Escrito por
Yan

Vengo a mirarte con las manos despiertas.
Sucumbí la tarde que colgada de un acantilado
volaste, volaste inconmensurablemente.
En silencio.
Peregrino entre los fragmentos que dejaste.
Nunca volví a sentir escalofríos.
-Escucho tu voz enterrada en el Universo-

Puedo tocar la inocencia de tu boca,
mostrar las silabas de tu garganta,

delinear sobre las olas perfumadas de tus carnes,
las señales impolutas de mis ramas,
bordar en las alas de las aves,
el beso que el alma grita.

Devoré tu contorno mientras la luna
vigilante, me desabrigaba.
-Tú fingías pintar orugas en los estantes-
Dejaste escapar el mundo en tu mirada,
y el amor volvió del destierro.

Se abrazaron nuestras dudas.
-Quise repetir el quejido que rompió tu vientre-
Esa noche callada, envuelta en perlas imaginarias,
Vivaldi acopló las notas de su pentagrama,
con la curvatura violenta, de tus labios salvajes,
la música estalló, irritada en los bosquejos
cetrinos de las calles apuñaladas, de nuevo pude
sentir la vida golpeando mis huesos cenizos.

Todo era campo en tu cuerpo,
puerto y libertad en tu cintura,
tragedia de amantes incompletos,
prosa de burdeles,
máscaras caídas en el último vals.

Te acercaste con puñados de secretos,
la frente cual cristal, la verdad del ocaso en tus pechos
y el canto del cisne nocturno, anunciando
la entrada en tu fauna.

He prometido bajo una tempestad de ánforas cargadas
de vino dulce, sufragar cada una de tus veleidades,
cruzar los pantanos en los más reñidos inviernos
para rimar con el vaivén de tu falda,
tocarle a tu cabello una tonadilla que alborote,
tu neurona más tímida y tu célula más displicente.

Iré a buscarte cada vez que el otoño se le antoje
deslizarse por mis nostalgias, con canciones
que alegren provenzales quimeras.

Nos marchamos en un retozo cómplice
de verbos y sabores,
vimos partir la galerna que empuja el infinito,
las estrellas lustrar la eternidad y mis ojos
en jaque mate frente a los tuyos.
Un par de tórtolas nos observan riendo,
con los picos húmedos y mis ganas atraviesan
las estepas de mi talle.

Tú sabes.
Tú entiendes los símbolos del agua.
Ahora, vivirás descifrando sus ondas,
te erigirás franca en el mes de abril, con el puño
cruzando el sol y las palabras incoloras buscando tu lengua.
Pescaré en algún equinoccio, tu sonrisa, espero
la dejes en el naufragio de tu soledad.
Te amaré,
te amaré con la máquina más antigua que guarda
el pecho, ese tic-tac que al cavilar en ti, se llama corazón.
Te perseguiré sobre un centauro hasta el umbral
de las rocas acuáticas.

No te hallaré en vano,
cortejada por la fantasía,
robles de tapices armónicos, relojes marcando
la hora menguada, caminos floridos
en los surcos de Machado, esperanzas disecadas
en los mausoleos de las barriadas.

Vengo con las manos marchitas
en la séptima madrugada de mi calendario
indiscreto. Vuelvo al existencial instante
que te evaporaste en el calmoso, acantilado,
entonces la historia de los muertos,
de los sacrificados,
de los venerados,
de los desterrados
de los enterrados,
la historia nuestra, quizá con un clon en el futuro,
reposa en una ceremonia de malditos dolores,
que decoran la tumba que te mantiene al borde
del abismo y a mí, ¡ay! A mí, pariendo el olvido,
que no quiere abandonar mi vientre.

Yaneth Hernández
Venezuela.
Derechos reservados.

2017 Mar 22

Yan
Desde 2016 Ago 10

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