ABANDONADA
Que ingrato es en ocasiones el destino que se olvida de años de entrega y arduo esfuerzo para confinarnos al final del camino a un triste olvido después de que la luz y el vigor me han abandonado.
Me encuentro aquí postrada en una sucia cama, siendo solo este rincón la corona a sacrificios y desvelos. Solo una fría almohada y un viejo televisor son mis fieles compañeros.
Son escasos minutos que mis hijos, agobiados por el intenso trabajo, iluminan mi amarga soledad.
Mis ojos agotados, oscuros están, busco afanosa su silueta, extendiendo mis cansados brazos ansiosos, buscando una tibia caricia de las muchas que yo nunca me cansé, en su niñez, de prodigarles.
Pero… se agitan temblorosos solos, en el cruel vacío de mi alrededor; pues es tanto su afán que no tienen tiempo para mi sed de amor mitigar.
No los juzgo, pues solo les enseñe a trabajar, superarse cada día más, olvidándome de enseñarles a amar y sobre todo a demostrar ese sentimiento tan noble.
Amargas lágrimas bañan mi ajado rostro, suspiro lánguidamente y entre balbuceos que nadie logra escuchar, digo:
Miren, miren el premio a mi avaricioso trabajar, les di todo, ofrende mi vida entera por un mejor bienestar para mis hijos. Tal vez me olvidé de darles un beso pero jamás les falto un mendrugo de pan.
No cometan este mismo error.
Por favor no me olviden en este triste rincón, no solo necesito limpieza y pan, lo que más añoro es una caricia, alguien con quien mis recuerdos y aprendizaje compartir.
Aracely Casas
Enero 18 2011.
Conoce más del autor de "ABANDONADA"