Versos tiernos a mi madre

Mamá:
corta la distancia,
estúpida la distancia.
Estúpida y corta la distancia.
¿Qué será esto que rasca,
que arde,
que vacía
entre tu mirada y la mía?
Te miro mamá,
y te veo,

pero no te encuentro en la otra punta de la mesa,
redonda.
Aquí seguimos, mamá,
separadas por la corta y la estúpida distancia que hay entre una punta y otra de la mesa,
redonda.
Estúpida y corta la distancia que nos separa. ¡Apenas puedo alcanzar a rozar tus pies con los míos bajo la mesa!
¡Mamá!
Parecía encontrar un sonido
a veces tierno
en tus palabras sordas.
A veces el silencio es tierno,
-sobre todo cuando es tuyo-,
y no hay sombras, mamá,
no hay sombras imborrables que golpean tu garganta hasta hacerte callar;
me imagino tu voz que no es la tuya
y tu mano sujetándome la otra,
que tampoco es la tuya.
Y la otra tampoco es la mía,
pues tampoco es mío lo que sostengo sobre mis manos ni las otras manos que sostienen la mía.
Mamá, todo es tan incierto;
somos tú y yo en una punta y otra de la mesa
¿Dónde estamos?
Estúpida y corta la distancia.
Mamá, ¡Que me nacen nuevos ombligos por el cuerpo que no son agujeros de puñal!
¡Que me nacen las palabras agotadas;
la fuerza de mi voz ha mutilado la fuerza de mi pensamiento!
Y abro los ojos,
los cierro,
los abro,
los cierro;
vuelvo a abrirlos y los sonidos cada vez son menos tiernos.
¡Mamá!
Que tus ojos no son míos, ni tuyos;
quiero tu voz en la mía ¡Mamá!
Una palabra para sanar el alma
el agua en forma de mar que viene;
despierta y muere,
despierta y muere,
y despierta con todas las fuerzas del mundo que gritarian otras palabras nuevas.
Mamá.
Hoy tampoco he sido capaz de escribirte unos versos tiernos.