Una sangrante pasión
Y, ¿cuál fue mi error?
Llegar tarde. Ese fue mi único y fatal error…llegar cuando tu piel sangraba, tu corazón lloraba, tu alma agonizaba…
llegar tarde, cuando ya no necesitabas un falso profeta del amor…yo, soberano del fracaso, volví a perder. Yo, gobernante de la nada, sólo pude triunfar sobre mi tristeza...
Yo, líder de la soledad, no pude comandar las legiones abatidas de tu ser…llegué tarde, cuando ya no podía hacer nada. Llegué tarde, una vez más, a lo que juzgué mi más precioso destino.
Juzgué mal, sin previsión, sin cálculo, sin ese toque de genialidad que siempre caracterizó a los caudillos romanos cual Alejandro Y César…
Me lancé sin estrategias, sin artificios, me lancé con la más pura sinceridad…
Contigo cometí el mismo error de Marco Antonio al avanzar sobre tierra de medos y partos: quererlo todo.
Y conseguí lo mismo que él consiguió:
¡Perderlo todo!
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