TELEPATÍA DEL AMOR

TELEPATIA DEL AMOR
(Escrito en una clínica por visita a familiar)

— Entonces hasta mañana tío.
Y cogiendo la mochila donde llevo mi viajera laptop salí de su habitación y me dirigí al restaurante de la clínica para tomar un refresco cual buen pretexto para usar su espacio y así poder escribir algo. En instantes, mientras probaba la bebida propuse un título generador y escribí “TÚ” con la intención de romántico tema. Y fue en ese instante me di cuenta que unos ojos curiosos de una jovencita seguían mis acciones casi tratando de adivinar algo de mí. Fue tal la suposición que la convertí al instante en mi musa, en la inspiración médica que debía hacerme llegar ese poderoso aliento que me haga escribir del amor; entonces mi pluma siguiendo el dictado de sus ojos anotó.
¿Imaginas ya tu pecho entre mis brazos?
¿Acaso de cuento tus labios junto a los míos?
Qué bello latir de corazones recién enamorados.
Y no sabes que de pronto al mirarnos, ¡ya el amor!
No me atrevo a revelarte de mi esencia su fervor.

Susurros quedos al oído por ese tu raro candor.
Y como si de mis pensamientos saliese un guion novelesco,
se acercó un extraño a su mesa y le dijo quién sabe qué. Mi musa ya habiendo terminado su almuerzo, se levantó y tomando su bolso se dispuso a ir con el sujeto; sin embargo, estando más cerca de mi lugar de trabajo, dijo algo que me dio tal alegría, tal vez por un milagro de amor.
—“Ya lo he leído, me gusta”.
¿Es posible tamaña coincidencia? ¿O solamente resultado de afiebrada fantasía? Y de inmediato me vino al pensamiento su mensaje. — “Ahí estaré en tu sitio mañana, espero encontrarte.”
—Gracias corazón —pronuncié en voz baja, casi solamente de pensamiento.
Y así, tan feliz del “imaginario acuerdo con mi musa de la clínica” me fui a casa. Y mientras viajaba cavilando, la imaginé que se hallaba en clase y el tipo del restaurante era su maestro.
Todo se había puesto color de rosas porque a pesar de no haberme dormido, ya ella se apropiaba de mis sueños.
Y así, aún con una pequeña duda pensando en que mi romance imaginario se fuese al agua, me acosté cual devoto de su imagen en un lindo altar que había inventado solamente para ella. Al día siguiente, calculando la hora, me acerqué a mi sitio del día anterior y, vaya que sorpresa; ella ocupando mi lugar. Así que ya más seguro.
—Buenas tardes, ¿libre esta parte?
—Sí —contestó.
—Linda esta hora, ¿me permite acompañarla?
El restaurante se hallaba lleno en ese momento. Entonces mi musa dijo.
—¿Quién puede saber que le guardaba el sitio? Pues sí, le cuento que hago la especialidad y soy muy curiosa, y ayer me la pasé tratando de adivinar lo que usted hacía con ese aspecto de estar más entre las nubes que entre muy humanos comensales.
Y a cada palabra suya me fuI dando cuenta que no había escapatoria. En esa primera vez me tocó invitar el almuerzo, ah, y la cena también.
Poco a poco, al paso de los minutos, de las horas me vi nuevamente transitando por los caminos de la medicina para seres atrapados por el amor.
(Y así el principio de un novelesco relato sin final)
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19/02/2025
© D. R.
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