Tal vez mañana.

Puedo ser capaz de creer que esta vez será para siempre,
incluso me atrevería a retar al destino y ofrecería mi alma al diablo
por un consuelo en caso de que me equivoque,
es bien sabido que solo soy un niño con complejo de hoja
y me paso todo el día volando y sin importancia retomo el viento
y me dejo llevar hacia cualquier destino, sin importar el día o el horario,
así que retomo recuerdos en cada suspiro
mientras espero paciente en la esquina de alguna calle,
tomo el transporte, me aferro al asiento, privo al frio de mi calor cerrando la ventana,
doy un rápido vistazo al resto de las almas que me acompañan hacia un futuro incierto

y me sumerjo sobre letras y paginas por al menos cuarenta minutos.
Antes de bajarme trato de acostumbrarme de nuevo a la realidad
que tanto desprecio como amo,
me dirijo hacia las escaleras infestadas de transeúntes
que parecen bailar con la prisa y la rutina,
compro el ticket de ida y vuelta y sin mirar atrás para no saber lo que he dejado
me deslizo dentro del vagón que esta sobre aquellas vías
hartas de tantos suicidas que no supieron manejar el amor
y en vez de ser oxigeno fueron tristemente leño.
Me recargo sobre la puerta opuesta y por un momento pienso que falta poco más allá
del tiempo y las fotografías que no me he tomado junto a ella,
despacito sin inmutar el suelo recorro los torniquetes
y los pies que parecen obstáculos bajo los primeros besos del sol
y la firme esperanza de tomarla en brazos para hacer temblar al concreto,
me apresuro con paso de liebre, cruzo ciertas cuadras y me acerco a la puerta para que una vez abierta me recoja aquella primavera que araña a los arboles con sus primeros brotes,
la misma que cuenta los latidos sin preguntar cuando se detendrán.

Y así sin palabras ni idiomas me siento propio de una tierra,
aunque los segundos nos separen por favor aduéñate de mi mañana.