Poema

Porque eres día en mi pequeña noche.
Porque tus manos acarician mi alma.
Porque provocas oleadas de ternuras paralelas.
Porque tu cuerpo se resbala en los extremos distraídos.
Y me trepo por las lianas que cubren tus ojos de ocaso.
Tan fijos.
Que se pierden en tu rostro perfilado a mis pestañas.
Porque inclinas en la arena los párpados en cautiverio.
Porque en mi pequeña noche eres día.
Pensar que estás quebrando en el interior los recuerdos.

Tan escondidos.
Que pasan la carne y se unen contra la corriente.
Me hieren las astillas.
Por cada vez que me anclé en tu hombro. Pero no lo pienso.
Porque eres día en mi pequeña noche.
Recordarte rompiendo preguntas con los dedos mareados.
Que embriaguez es recordarte.
Mis destiempos atrazados.
Porque mi esencia eres tu.
Un sueño loco de rasgar la quietud y a mis dichas llevarte.
Al banco de recuerdos que nos miraban intermitentes.
Aún tibios.
Porque en mi pequeña noche eres día.
Porque un suspiro intenso reprimido por tu voz tensa,
se elevo hasta tu frente y te besó con deshojada dulzura.
Porque esa flecha envía luz en un silencio voraz.
Porque el mar se seca y quedan trizas de amaneceres.
Y no estás.
Porque eres día en mi pequeña noche.
Porque tu corazón galopaba en mis manos delirantes de flores.
Porque los cascos marcaron mi piel en un aullido sereno.

Tras de ti.
En un charco llora la luna.
tras de ti.
Y te vas otra vez.

Tantas lágrimas inundaron las suelas.
Porque en mi pequeña noche eres día.

Porque mi corteza me despojó, y se enamoro a tu camino.