Noche de lujuria

Como antorchas están nuestros
cuerpos bajo la luz intensa de la luna,
hasta las sombras se desnudan.
Los labios se hieren con besos de dagas afiladas,
nuestros dientes chocan con el ardor de la pasión.
Tus uñas hacen sendas en mi espalda,
la carne vive y muere por segundos,
la boca esta ebria por la ambrosia amorosa.
En tus pechos vierto vino,
cascadas llegan a tu vientre,

mi lengua se adhiere a tu dermis,
la diana en su intensidad se filtra por la ventana
y cabalga en los pliegues de tu incuria.
La noche en tus ojos es una fantasía,
dos corceles en el desierto encabritados y sin aliento.
Nuestras manos un campo de batalla,
se enlazan, se cruzan, se fugan, se pierden, se esconden,
al final los gemidos las liberan.
La razón se nubla, el deseo se yergue
como tus pechos al viento,
la serenidad es un capricho, el desenfreno la locura,
los cuerpos se hunden en el delirio,
no existe el tiempo, quedó colgado en la intemperie.
La voz en frenesí susurra al oído, la lujuria enciende los dedos,
la piel es electricidad, los cuerpos se contornean,
el erotismo hace fiesta, el amor hace gloria.
Las sábanas guardan el secreto, se arrugan, se aromatizan,
se enjugan en el extracto de la afición.
Es la comunión de las almas emancipadas,
de la pletórica concesión del antojo feroz de cuerpos desabrigados.
La sensualidad desborda la epidermis, la encarcela en el goce,
en el regocijo extenuante del éxtasis…
Como antorchas están nuestros cuerpos exaltados,
los límites no existen, la aventura nos anima,
exploramos cada rincón de la sexualidad
exenta de perjuicios, solo paredes curtidas nos observan
inmutadas, mientras la luz intensa de la luna, excita el orgasmo
que llega como un riachuelo campestre con vigor y arrebato.