No hablo de amor, hablo de caos.
Al verme
ella siempre lucía
una amplia sonrisa,
y de esta
surgía un destello
con matices de picardía.
''¿Te haces uno?'', me decía
mientras sus comisuras se expandían de nuevo hacia arriba.
Y sin esperar siquiera
a que comenzase a sonar
todo estaba ya sobre la mesa
y nuestra nebulosa de humo
se veía desde otros planetas.
No hablo de amor, hablo de caos.
Al abrazarnos
ella siempre decía
que jamás nos dejaríamos,
que jamás nos olvidaríamos
y que jamás nos separarían.
Así fue, pues,
que por mucho que el tiempo
no dejaba de avanzar
a pasos agigantados
nosotras siempre permanecíamos
juntas y de la mano.
''¿Te haces otro?'', preguntaba
con ese tono curioso
que todo lo amenizaba,
y mientras ella me observaba
yo acariciaba el fino papel
poniendo todo mi cariño
para que ella volase
sobre la nube más verde.
No hablo de amor, hablo de caos.
Al llorar
ella siempre tenía
la costumbre de esconderse,
pero de mí no podía.
Mis manos no son más
que su pañuelo,
con ellas acariciaba sus mejillas
empapándome de sus lágrimas.
Le prometí que volvería.
''Me hago uno'', declaró
en son triste,
y entre sus manos se formó
la última estrella
sobre la que volaríamos
hasta que volviesemos a vernos.
Ambas cerramos los ojos
al aspirar profundamente,
y al soltar el humo...
ella ya no estaba junto a mí
y ya nunca regresé a mi cosmos.
No hablo de amor, hablo de caos.
Nuestro caos.
Conoce más del autor de "No hablo de amor, hablo de caos."