No fue él

Y yo no lo quería,
ni eran sus ojos fantasía
para mis tercos anhelos;
ni su voz era atrayente como el ave
o como agua deslizante de cascada.
Ni su sonrisa,
era las baquetas para tocar mis tambores;
no, yo no lo quería,
no eran para él los suspiros que se
prendían en las avenidas del viento.

No, no era él quien recorría a mi lado
las horas del desvelo,
ni era su mano que me guiaba
a jaleo de pasiones perdidas.
Las horas y minutos del día,
donde los pensamientos se escapaban,
no eran para él.
Tampoco fue su pujante llegada
la que movió las líneas antes rectas de mi piso.
No, no le quise.
Su llegada no vino a inquietar la monotonía
que se alojaba cómodamente a un futuro
incierto. No fue él, el que me hizo imaginar
ver de su brazo atardeceres de colores violeta,
y dormitar a su lado
en el infinito paseo de lo incierto.
No, no fue él, y por eso ahora mismo
no lo recuerdo.