Mi hábito.

Todos esos deseos en reposo siendo piruleta entre las piernas
y yo con la lengua tan áspera de no lamber nada,
deja ya de cegarme con tantos relámpagos y coge el timón para naufragar
sobre tu cabello homicida de amaneceres,
no soy mucho de navegar precipicios,
pero por ti me jugaría hasta la muerte.

Ya sabes que no somos menos humanos que el resto,
pero si más divinos cuando estamos juntos,
y nos entrelazamos mano con mano,

pierna con pierna y pasamos de ser un nudo
a ser el tejido de cada piel, y así juntitos alzamos las miradas,
y así juntitos, lado a lado, nos dejamos ir y venir con el alma entre los dientes.

Tanto sudor te perla la sonrisa y
tanto jadeo te hace temblar cuando descansas las alas.

Fue así sin querer, que descubrí un hábito,
tal vez tan perjudicial como el cigarro que se inhala paladeándolo
y disfrutándolo hasta el final.

Y tan bueno como la lectura que se desenvuelve como paginas entre mis manos
y como letras frente a mis ojos, tan desnuda,
tan dulcemente atrevida que se lleva hasta en el bolsillo,
solo en caso de ser necesario o de querer.

Un hábito que me condena a desarmarme cada vez que intento
resolver el crucigrama, cuando la palabra que faltaba era tu nombre.

Parecía imposible, pero ahora tengo precaución
cuando tomo cada una de tus curvas,
y me abrocho cada beso que me das sobre el pecho,
te muerdo hasta las dudas cuando tú me arañas los escombros,
y despacito sin dejar que la primavera se entere (por envidia),
vuelves a mí.