Las niñas lloran


Las niñas lloran:
Las onomatopeyas las escoltan.
De gallineros y columpios.
De patios y muñecas.
De charol y luces de farolas.
Las niñas lloran.
Las multitudes burbujean sobre los hombros
avituallando los recuerdos en las aceras.
Y más auge se convierte en arco del asombro.
Recatándose en los matices vagabundos
que los escaparates cotidianos crean.
Salivando los trastornos empedernidos
de sus almas viajeras.
Lloran cuando se estrechan.
Y en lo más cálido de sus ojos
todas las miradas se cierran.
Todas las niñas crecen
para reunirse más con ellas.
Con las onomatopeyas del beso
que lució en alas violetas.
Y el estruendo prófugo del rayo
que se convirtió en bayoneta.
Y las mañanas con pijama de auras
que no sobrepasaron los valles
donde los sueños se encierran.
Y las barbas de los imposibles se afeitan.
Y siempre, siempre se acuerdan.
De sus pasos acordonados a las sendas.
Que una vida es una niña que llora.
Una niña que sueña.

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