LA OREJONA

Érase una pequeña de escasos seis,
inquieta y vivaz como ninguna,
con su cara sucia de cabellos largos
revoloteando sobre la cara…
Venciendo la tristeza que la rodeaba
jugaba con el sol, con el viento
sin importar el crudo ambiente
el que parte formaba…
Su madre horas enteras se mataba
en la vieja máquina que con ahínco

y a veces con coraje pedaleaba….
Para que los hijos no dieran lata
a dormir una larga siesta por la tarde
siempre los obligaba…
Esta infante tierna, pero traviesa,
al mirar su madre sumida en su afán
a rastras de su vigilia escapaba.
Era feliz al jugar con los demás niños,
escapar de la mirada de mamá;
no paraba de reír y jugar.
Aunque a lo lejos escuchará los fuertes
Gritos que su madre lanzaba…
Una y otra vez su nombre pronunciaba.
Pero la testaruda huerca en sus juegos continuaba…
Hasta que la pobre madre muy alterada
Con sumo enojo gritaba:
¡Orejona, orejona! ¡Te estoy hablando!…
La susodicha niña muy indignada,
Salía de su escondite, muy airosa,
reclamaba: ¡No me llamo orejona!
-¡Pues creo que si!- la madre refutaba.
Muchas veces por tu nombre te he llamado
y tú no ni siquiera contestabas
¡Aaah! Pero apenas te grito orejona
Y estas a mi lado…
¡Tonta niña! Que de inteligente presumía
Apenas orejona le decía y se ofendía…
Si muchos niños en el patio se divertían
Quien iba saber que al llamar la orejona,
¡Era ella a quien se dirigían!…
Aracely Casas
Noviembre 1, 2013