la herida.
Lo viví sola, con mi cuerpo abierto,
chorreando sangre desde mi útero
hasta mis gritos enloquecidos de dolor.
Mientras tú te perdías en los cuerpos
que buscabas por evasión,
yo me deshacía con el peso de una muerte que crecía.
Tú reías, yo me retorcía.
Tú te drogabas, yo me rompía.
Parí muerte.
Vomitée mi alma en mil pedazos,
Me miré en espejos rotos buscando salvación.
Y tú... ¿qué hacías?
Jugabas a ser dios de tu ego,
jugabas a perderte en tu propia destrucción,
a buscar aprobación en tu mundo, en tus vicios, en tus mujeres.
Mientras mi hija moría en mi vientre,
tú celebrabas tu libertad como un prófugo del amor.
Fuiste sombra.
Fuiste karma (eso ya lo sabía).
Fuiste la herida que se pudrió.
Y aun así, te lloré.
Aun así, te esperé.
Aun así, me culpé,
como si mi cuerpo hubiese sido el pecado
y tú, el castigo.
Te sostuve con la fe rota.
Creí ciegamente que eras mi destino.
Pero fuiste sombra...
Sombra de muerte,
veneno disfrazado de redención.
Fuiste tan cruel.
¿Por qué putas me tocabas como si fueses a quedarte?
¿Por qué mierdas volvías?
¿Por qué? ¡¿Por qué?!
Hoy entiendo que no fuiste hombre ni humano.
Fuiste maldad en mi vida.
No merecías mi cuerpo ni mi amor.
respiro...
Lo viví sola, sí, pero aquí estoy.
Con los gritos aún atascados en mi garganta,
con mi útero herido pero aún palpitante,
con el alma bañada en sangre.
Algún día, cuando el universo te devuelva todo esto,
entenderás lo que es perder
lo que nunca supiste amar y sostener.
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