La Calle


Bendita calle que me consumes
Que me emocionas con tu longitud
Y que me cobijas
Con tus letreros férreos
De identidades históricas
Manchadas con tintura anónima
Bendita seas calle contaminada
Río plateado de bolsas y latas
De estacas con llamas
Cuando a ti ya nadie te toca
Bendita seas calle nostálgica
Edén de mis recuerdos muertos
Baúl de mi reciprocidad
Amiga impalpable de mi gentío
Bendita seas calle doblada
Que ante mi resignación escribo
Con tu fondo proletario inalterable
Y jóvenes valientes fatigados
¡Oh calle, no me dejes solo!
Calle que llegas a un tope
Y te divides en bohemia
Feria y perdición
¡Qué sería yo sin ti!
Calle inescrutable
De Pastizales quejumbrosos
Licores olvidados
Automóviles noventeros
Charlatanes distraídos presos del portátil
Feriantes humildes
Que establecen su carrocería por las esquinas
Con frutas de pigmentación extravagante.
¡Calle, no me dejes cuando la noche te disfraza!
Cuando los ladrones de harina acechan
Los murciélagos arremeten con nuestras latas
Los perros y los gatos se vuelven enemigos acérrimos
Los roedores se mofan
Los parquímetros se multiplican
Los motores rugen en la penitencia
Las mujeres son atolondradas
¡Oh Calle, no te vuelvas noche! ¿No es suficiente con todo?
Ante lo inevitable de tu crepúsculo anunciado
También sucumbe mi lápiz iracundo
Y por ende mi mano claudica
Mis líneas se relajan
Mis hojas me aborrecen
Y un reloj de arena se invierte
En forma de espera
A las aperturas de puertas en horario matinal
Para abastecerme nuevamente de tinta peligrosa.
Conoce más del autor de "La Calle"