Gigante caído

No quiero tus ofrendas
que me serán cobradas.
No quiero tu ayuda doblecara.
Víctima, tan víctima eres,
de lo que te hacen las mujeres,
te apresuras a cantar tus males,
pero no pueden estar todas equivocadas.
Siempre estuve bajo tu manto,
papá,
con tus manos carmesí
y palabras de constante inocencia.
Y es que ya con tanta frecuencia
te ha faltado coherencia.
Y te adoro y duele,
tu misma palabra que elogia repele.
Guardas serpientes en la boca
y ni haciéndome de roca
puedo escapar de ti.
¿Cuánto no he intentado ser invisible?
Pero me hueles, crujen mis pasos.
Un día tu crítica y otro tus abrazos,
te escribo una línea y borras mis trazos.
Tu palabra perfecta inquebrantable
me volvió poeta.
Pero la obsesiva precisión
ya está obsoleta.
El amor traduce la palabra imprecisa
pero tú la aplastas y te burlas
de una persona más indecisa.
Estás roto de locura
se acabó mi duda.
Ya no eres gigante en mis ojos
y por una vez más los tienes rojos
porque supe que esa era tu intención.
¡Y cómo te defendía!

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