FLOR DE ÁNGEL, FLOR DE MI AYER...
Así recuerdo el nombre de esta belleza nívea y pura.
Un árbol frondoso, en medio del jardín de la abuela Petrona, que en primavera se vestía completito de las flores más blancas que mis ojos recuerden haber visto.
Alitas de ángeles reunidas alrededor de una mágica fogata dorada y chispeante.
¿Qué otra cosa podría comparársele a esta delicadeza hecha flor?
Mecidas por las ventiscas de la primavera, se deshojaban tímidamente...
Cómo si miles de plumitas aterciopeladas se desprendieran de alas invisibles.
Una lluvia exquisita y generosa que cubría el caminito de ladrillos húmedos, tapizando cual nieve, la entrada al paraíso, al alcance de mis ojos y manos inquietas.
¡Amaba tanto aquél jardín salvaje, otrora tan bien cuidado por mi abuela ya viejecita!
¡Cuánto habrán extrañado sus mimos las rosas, jazmines y margaritas!
¡Qué delicia tan grande, cerrar hoy los ojos y oler la tierra mojada y los verdes, salpicando mis sentidos como si hoy fuera ése, mi ayer!
¡Y jamás he lucido uñas más perfectas que los pétalos de aquellos malvones satinados, pegados con mi saliva!
¡Ya quisiera la mejor respostera, haber elaborado con tanto esmero, tortas, como las mías de barro, cubiertas de boquitas de sapo, hojas de espárragos y semillitas de achiras!
Zumbidos de abejas y aleteos de colibríes se mezclaban en un cántico armonioso entre el mundo del jardín y el de “allá afuera”.
Dos extremos de una realidad circundante.
Cuando yo me internaba allí, “ése” era “mi” mundo.
Las uñas ennegrecidas, los rasguñones y el pelo enmarañado, delataban mi presencia en mi lugar favorito de favoritos, cada día.
Imitando lo que veía hacer a mi abuela, de a poco fui aprendiendo a sembrar, podar y demás cuidados que el jardín requería.
Aún, casi salvaje, se veía un Paraíso...
Enramadas de perladas y aromáticas rosas, danzantes farolitos de china, delicados copos de nieve, fragantes claveles y jazmines, orgullosas hortensias, elegantes calas y un sinnúmero más de ejemplares, se agrupaban a diferentes alturas, en la coreografía más detallada y exacta imaginable.
Me sentía Alicia, en ese mundo mágico, maravillosamente mío!
Flechas de rayos de sol, se filtraban entre los follajes tupidos y entremezclados.
Pájaros de toda clase cantaban meciéndose en las ramas de los laureles, romeros y floripones.
¿Dónde están hoy esos cánticos?
¿Dónde, esas alas libres que abanicaban toda aquella frondosa exquisitez?
Hoy me hiere tanto silencio...
Duele no respirar el mismo aire ni saborear las mismas gotas frías.
Todo ha cambiado...
Al menos, en esta lluviosa tarde de principios de septiembre, toda yo ha viajado allí, una vez más.
Entre el repiqueteo de la lluvia fría que golpea el vidrio de la ventana, he intentado encontrar atisbos de las lluvias de mi niñez.
Pero lo único que se hizo presente de toda aquella magia, fueron dos gotas que resbalaron tibias por mis mejillas.
Y de pronto... se empañó la tarde... y ya no pude ver más.
Yisa
NOTA: La imagen, pertenece a mi árbol de Celindo.
El trabajo de cuidarlo ha valido cada segundo.
Cuando lo miro, me pierdo en el ayer.
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