Escondites de Dios
A la orilla del río me fueron robados los últimos poemas, anhelos y recuerdos. El río me deja en un estado no verbal. Apenas unas pocas palabras son íntimas para mí en esta orilla.
Mamá, montaña, frío, verde.
Silvia no es completamente habitable hoy, porque todavía me hierve la sangre de existir públicamente. Ojalá fuera invisible para mezclarme con la espuma que acobija las piedras, con las hojas que flotan y el concierto del río dedicado a esos árboles inmensos.
Son en vano los sentidos porque el cuerpo a veces no está ahí, se queda vacío de significados. Ni sentido corpóreo ni sentido cognitivo.
¿Qué tienes para mí hoy?
No permitas que acabe estas frases sin que te lleves primero la tinta de mis manos.
Saborea mis peticiones, soy fiel servidora de los designios de tu frondoso y bello misterio.
Ahí estás, mi corazón ya te vio, y no te quiere soltar.
Te asomas desde la rama de un pino, de esos con hojas difusas y delgadas.
Conoce más del autor de "Escondites de Dios"