Entre inocencia y no

Ella lo miraba
como el despalilar
de los capullos;
sellados, atrayentes.
Él, la observaba con la lascivia
de paladear su pétala
que habría que deshojar
con dedos turbios.
Ella, abría esos pétalos,
delicados y tiernos,

dejando ingiriera sus gotas
de rocío..., disfrutando el cosquilleo
que surgía de su centro.
Él bebía, arrancaba,
tomaba, lamía, cada gota de ese rocío.
Ella, poco a poco
iba marchitado, decayendo.
Él, de a poco la iba
viendo deshidratada, vieja.
Ella perdió cada uno de sus pétalos,
se secaron sus hojas tiernas,
dobló su péndulo,
su tallo se quebró en dos,
quiso usar sus espinas
para defenderse
pero le fueron quebrantadas.
Él, la dejó tirada en medio
del jardín olvidado donde
ya ni la lluvia deja caer sus lágrimas.
Ella, se esfumó confundida en la
hojarasca...