El Huerto del Silencio

2018 Oct 28
Poema Escrito por
Rogervan Rubattino

Yo escribo a la muerte
Esa muerte que nadie espera
Que nadie advierte
Y que va cediéndonos días de sol y de septiembre.

Escribo a esa muerte afortunada que te permite olvidar que vas a morir
Que hace sabio un sinsenti-
do
y te hace fuerte en el abismo
De la senectud o el olvi-

do
Tesoro estival de la vida.

Yo escribo a la muerte
Cuando nadie llama y nadie atiende
Cuando las tardes ceden su néctar
De estros y de brisas en sus caballitos silentes.

Escribo para que no se escandalice nadie
Cuando sepa que se muere
Para que cuando yo no esté
Se abran las mentes
Y las puertas de lo inerme.
Yo escribo a la muerte
Y a los racimos ignorados
De los que estuvieron vivos,
A esas vidas fugaces
Que conoció el mar y nadie más.

Solo ese misterio que encabrita la llovizna me conmueve,
Con sus inesperadas celadas
Y sus vacuidades y sierpes.
Escribo pues para no adormecerme y perderme mi propio fin.

En las ilusiones heredadas por los ilustres
En las lápidas y malvas sedientas de aquellos
Que latieron sin fruición.

Yo escribo a la muerte porque así imagino que le conozco
Y que cuando por fin su barca se detenga en mis costas
he de estrecharle sin fallar
Como el cenit contra las rocas.

Porque casi puedo ver un día de lluvia cuando yo no esté
Y porque vuestros pasos y vuestros ojos
Continuarán cuando allende
La alegría siga indiferente
Sonriendo
Ayer.

Hay tantas oportunidades para soslayar el final
Tantos labios / manos / óbitos
Que querrán redimirse por el arte
Y persistir como el temple de una exigua música,
Que a pesar de todo
Han de ceder a clave postrera
Su piel autumnal.

Yo escribo a la muerte sin mirar hacia el amor
Sin ver sus senderos de traición
Sin oír sus gritos de fábulas
Y las vértebras horadadas
De cada grisácea estación.

Y apunto cada motivo bañado de luna
Cada latido opaco de lluvia
Sobre la senda errática del caracol.
Y escruto a lomos de cada miedo
Las pestañas adustas del invierno
Que adormecen y aceleran
La antigua y quebrada pleamar.

Porque hay tantos vanos y fútiles fantasmas de libertad que me seducen con sus timbres y sus roces, con sus cerebelos y sus nombres tiernos y viles, como la cellisca que se mece lento en taciturna duermevela.

Escribo para que tus ojos vivos lean esto antes que se me olvide respirar, bajo la sombra del ciprés enhiesto que colinda el huerto del más allá.
Donde no te aman las horas
Macilentas
De la madre eternal.
ROGERVAN RUBATTINO ©

http://www.rogervanrubattino.com

2018 Oct 28

Rogervan Rubattino
Desde 2016 Ago 30

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